A sesenta metros aproximadamente de la roca principal, a lo largo de un antiguo sendero inca sumergido en la selva, hoy apenas visible, después de trepar una cornisa a 18 metros de altura, llegamos a una segunda pared, cubierta de figuras de un estilo aún completamente diferente. Su existencia se conoce todavía mucho menos que la de Cenitagoya. Sólo fue revelada, por primera vez, por Nicole y Herbert Cartagena, quienes, en 1978, permanecieron allí durante varias semanas.
Nicole de Cartagena a Mameria, en mayo de 2009, treinta años después del descubrimiento del sitio por ella misma y Herbert Cartagena. (Foto: Thierry Jamin, mayo de 2009)
Nicole y Herbert descubrieron en 1979 una pequeña ciudad agraria, de origen inca, a 35 kilómetros aproximadamente al noroeste de Pusharo. Bautizada con el nombre de Mameria, es decir, "poca agua", este sitio constituye un descubrimiento capital. Es en efecto la primera prueba arqueológica de la presencia permanente de los Incas en la selva. Unos quince kilómetros cuadrados de andenes rodean este antiguo pueblo cuya producción agrícola y artesanal estaría destinaba a una población importante, situada en algún sitio en la selva. El descubrimiento de Mameria constituye por lo tanto el primer indicio serio sobre la existencia de una ciudad mucho más importante no lejos de ésta...
El pongo de Meganto, visto desde el Sector II. La apertura del cañón está situada justo en el eje de esta segunda pared. ¿Azar? (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2009)
Situada en un nivel relativamente elevado con relación al río, esta segunda pared posee sin embargo las mismas características estructurales y litológicas que la pared principal. La corteza silícea fue eliminada por la humedad y la acción de los musgos y de las raíces, volviéndose así la roca menos resistente y más fácil de grabar.
Al pie de los glifos, unos cazadores de tesoros han efectuado varias excavaciones clandestinas, de las cuales algunas tienen hasta cerca de dos metros de profundidad. Constituyen una fuente de recepción de las aguas de chorreo y amplifican el fenómeno de infiltración del agua en la roca, la cual puede tener incidencias negativas sobre el conjunto de la pared, acelerando su descomposición y la de la plataforma situada a sus pies.
Allí aún, realizamos extraordinarias puestas al día in situ durante nuestra última campaña de estudio, en agosto del 2006.
Algunas cifras: estos petroglifos se extienden sobre 4,80 metros de longitud por 1,70 metro de altura y se sitúan a una altitud de 680 metros sobre el nivel del mar. Desgraciadamente, la roca está cubierta de musgos y de helechos en su parte superior, disimulando seguramente otras figuras. Hay extrañas cruces y la cara enigmática de un hombre barbudo cuya frente parece estar ceñida del llautu y de la maskapaicha. ¡El conjunto es realmente muy raro! La cara está rodeada de glifos de carácter geométrico y simbólico.
Sector II: vista parcial de los petroglifos de este segundo sector. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
El estilo y los motivos mencionados parecen muy diferentes de los de la roca principal. La influencia cultural amazónica está completamente ausente de ellos, mientras que una serie de figuras geométricas recuerdan los estilos wari o tiawanaco de las alturas. La filiación cultural es a pesar de todo inca y en relación directa, como se verá, con la primera pared. Pero como para la pared del Sector I-B, los autores incas de la segunda roca no eran los mismos.