Según algunos cronistas contemporáneos de la conquista, existía en Cusco, poco antes de la llegada de los Españoles a la ciudad, un edificio donde los Incas habrían conservado una parte importante de sus archivos históricos y administrativos, en particular, los quipus y unas "tablillas" cubiertas con la misteriosa qellcca.
¿Estos signos grabados en la pared del Sector II son las reliquias de la escritura perdida de los Incas? (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
Sarmiento de Gamboa, que escribió su crónica en Cusco en 1572, indica por ejemplo que "Pachacuti Inca Yupanqui reúne en la ciudad imperial a los historiadores de todas las provincias del Imperio para examinar ahí la historia antigua, los orígenes y las cosas remarcables de estos reyes".
Les ordenó después que investigaran sobre todos los hechos notables de esta historia, luego que los anotaran en forma de pinturas sobre grandes tablas de madera enmarcadas de oro. Éstas fueron depositadas más tarde en una gran sala del Qorikancha donde constituyeron una especie de biblioteca. Nadie podía penetrar en la sala de las tablillas sin el Inca o sus historiógrafos y sin la autorización del emperador.
En otras fuentes, recogidas en Cusco en 1582, por mandato del Virrey Martin Henriquez, el mestizo Bartolomé de Porras y dos viejos Indios declararon que estas tablas fueron destruidas al final cuando los Españoles invadieron Cusco. Pero otros cronistas afirman que algunas de ellas fueron evacuadas secretamente, antes de su llegada y repatriadas algunas de entre ellas hasta el reino perdido del Gran Paititi.
La gran sala de las tablas pintadas, de las que habla Sarmiento de Gamboa, podría ser considerada como una galería de pinturas, un museo o una biblioteca moderna. Dentro se encontraban conservados letreros de madera o tejidos de lana de vicuña que describían toda la historia de los Incas, las biografías de cada emperador, las tierras que habían conquistado y las viejas leyendas sobre los orígenes del Tawantinsuyu.
Se trata indudablemente de la famosa "universidad" de la que habla Fernando de Montesinos y que armó tanto escándalo en opinión de historiadores más serios. Otros cronistas, todavía poco aprovechados, mencionan la existencia de antiguos archivos polícromos e históricos, situados en un templo, el Poquen Cancha, sobre una pequeña colina, o huaca, cerca de Cusco. Confirman las informaciones suministradas por los cronistas españoles Cristóbal de Molina y Bernabé Cobo sobre el Cusco de los Incas. Molina escribe en sus "Fábulas y Ritos de los Incas":
"Y para entender el origen de sus idolatrías, porque no utilizaban escritura, tenían una casa del Sol llamada Poquen Cancha, que se sitúa cerca de Cusco, llena de pinturas sobre la vida de cada uno de los Yngas y sobre las tierras que conquistaron y sobre su origen;" y entre estas pinturas habían reproducido la fábula siguiente. Etc."
El mismo cronista aporta este nuevo enfoque sobre la biblioteca o el museo de Poquen Cancha:
"El vigésimotercer día del dicho mes [de noviembre] transportaban la imagen del Sol, llamada Huayna Punchau, a la casa del Sol, llamada 'Puquin', que se situaba más o menos a tres tiros de arcabuz de Cusco. Se encontraba sobre una pequeña montaña y sacrificaban allí al Creador, al Sol, al Trueno y a la Luna, para que todas sus naciones multipliquen a su gente y que sus asuntos sean prósperos."
Era, según Cristóbal de Molina, en la fiesta del Capac Raymi. Este último declara también que estas pinturas constituyeron su principal fuente de datos y que contenían toda la información sobre la gran inundación que, en una época extremadamente antigua, hizo perecer todos los seres vivos, y así sucesivamente.
Por su parte, Bernabé Cobo indica que los quipucamayocs que informaron a Polo de Ondegardo en 1559, y que habían vivido en el tiempo de los Incas, fueron interrogados cuando se conservaban aún "los recuerdos de sus quipus y de sus pinturas", e indica que aludían especialmente a un templo específico, designado bajo el nombre de Pukín Cancha. Situado en la ciudad de Cusco, se conservaba aún una historia ilustrada de los Incas. Estaba “dibujada en una tapicería de vicuña" que el propio Jesuita vio, "no menos asombrosa y bien pintada que si lo hubiera sido en una fina tela de corte”.
Así pues, lo vemos, la hipótesis de un sistema de escritura ideográfica precolombino dista mucho de aparecer hoy en día como una idea absurda. Christian Duverger resume muy precisamente esta problemática en un artículo publicado en Francia U.E. en la revista "La Historia", en octubre del 2005, titulado "¿Conocían la escritura los precolombinos?”:
"Es tiempo probablemente hoy de reconsiderar la cuestión de la escritura en toda el área amerindia. Ya que, en los Andes, en el área del Caribe o incluso en Amazonía, lo que el ojo occidental hasta ahora no ha percibido más que como ornamentaciones de carácter decorativo corresponden según toda probabilidad a un código ideográfico listo para recuperar su antiguo estatuto de escritura."
La tradición oral y los testimonios de los cronistas parecen optar en favor de esta escritura. Los petroglifos de Pusharo nos revelan en cuanto a ellos una parte -aún incompleta!- de su alfabeto. Pero dan, por primera vez, una consistencia sólida a la existencia de este antiguo sistema de lo escrito.
¿Encontraremos un día, en los templos de Paititi o de otro lugar, las tablillas rescatadas de los Incas? ¿Y qué nos dirán ellas? Puede que una parte olvidada de la historia de los hombres...
Cristóbal de Molina, " Fábulas i Ritos de los Incas”, pp. 4-6." name="Cristóbal de Molina, " Fábulas i Ritos de los Incas”, pp. 4-6.
Bernabé Cobo, "Historia del Nuevo Mundo", op. cit. III.
Christian Duverger, "Les précolombiens connaissaient-ils l’écriture", in "Les collections de l’Histoire", pp. 32-37, ver la Bibliografía.