En septiembre del 2006, a la época de nuestros últimos estudios in situ, el estado de conservación general del sitio de Pusharo parecía relativamente bueno a pesar de un nivel de deterioro natural causado por factores ambientales (principalmente la erosión fluvial y las inclemencias) no despreciables.
El estudio realizado en el ámbito del plan CANSECO, destaca cinco tipos de peligros de carácter natural que podrían a largo plazo afectar la existencia incluso de las tres paredes: la erosión fluvial y aluvial, los hundimientos o los deslizamientos de terreno, la desagregación de la roca debida a las inclemencias, el chorreo interno de la roca y finalmente los ataques bioquímicos.
Pusharo, Sector A I-A (detalle). Hermogenes Figueroa Lucana muestra una parte de la base de la pared principal. Numerosas figuras están hoy bajo del nivel actual del suelo. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
El peligro de la erosión fluvial y aluvial es evidente, en particular para la pared principal. La configuración general del terreno favorece el proceso de sedimentación y subida del lecho del río. La deforestación progresiva del valle del alto Palotoa y eventualmente otros procesos geodinámicos parecen favorecer también este fenómeno. Según varios testimonios fotográficos y distintos informadores locales, los petroglifos de la pared principal de Pusharo estaban mucho más deteriorados hace veinticinco o treinta años. ¡Su base actual sería inferior de cerca de dos metros! Esto muestra la importante actividad fluvio-aluvial en la playa que limita actualmente el sector principal. Si en nuestros trabajos de estudios efectuados en junio del 2005, esta playa estaba todavía ampliamente abierta y ancha de varias decenas de metros, ésta había desaparecido casi en agosto del 2006, al momento de nuestra última visita. ¡Nuestros guías machiguengas nos indicaron por otro lado que en plena temporada de lluvias anterior, el agua del río Palotoa había sumergido enteramente la zona de los grabados! A medio o largo plazo, parece probable que se cubrirá la totalidad o parte de la pared principal de Pusharo de un material de sedimentación más o menos abundante.
Este fenómeno natural implica una exposición permanente de los grabados a un proceso de abrasión que a la larga los destruirá enteramente. Ya podemos constatar este proceso en marcha en distintas partes bajas de la pared principal. La humedad permanente del suelo aparece también como un factor agravante, ya que acelera la erosión y la desagregación de los petroglifos actualmente cubiertos de légamo.
La erosión natural es un problema principal para la conservación a largo plazo de Pusharo. Por otro lado, una de las consecuencias nefastas de esos períodos de crecida es que, a menudo, el agua torrentosa del río arrastra con ella grandes bloques de rocas o árboles desarraigados susceptibles de llegar a afectar la pared principal y destruir así algunas figuras. Varios indicios en la pared del Sector I ponen de manifiesto que tales incidentes ya se han producido en el pasado.
El peligro de desmoronamientos, en forma de caídas de piedras o de rocas más grandes, se debe a la configuración general de los acantilados y a la existencia de discontinuidades paralelas y ortogonales en las paredes. Bloques de piedra de gran tamaño pueden soltarse debido al estado de cansancio de la roca o a la acumulación de raíces u otras intervenciones de origen orgánico (incluyendo la actividad humana). En la parte superior de estas concavidades, algunos estratos o bloques rocosos débilmente colgados pueden caer en cualquier momento. Tal riesgo es especialmente preocupante en el sector principal de Pusharo en la medida en que la roca está ahí muy alterada. Se observan, al pie de la pared principal, varios bloques de tamaño medio en un estado de desagregación avanzada, probablemente caídos de la cumbre del acantilado hace varios años. El riesgo de tales desmoronamientos parece relativamente limitado en el sector de la tercera pared.
Esta foto de los años 1940 muestran Fray Vicente de Cenitagoya, descubridor del sitio (1921), al pie de la pared principal de Pusharo. Varias figuras visibles sobre esta foto están hoy bajo el nivel actual del suelo. (Foto: Vicente de Cenitagoya, 1947)
Las caídas de rocas representan numerosos peligros. Amenazan no solamente la vida de los visitantes potenciales del lugar sino también pueden dañar los petroglifos de manera irremediable, en la medida en que el acantilado es casi vertical. Por último, al perder poco a poco su cornisa, los petroglifos aparecen cada vez más expuestos a los agentes meteóricos.
La roca arenisca, que aflora al nivel de la pared principal y de la segunda pared, deja aparecer por intermitencia varias zonas inquietantes de disolución avanzada. Hasta tal punto que la masa interna de la roca a veces adquirió la consistencia y la textura de la arena, desagregándose fácilmente por simples fricciones. Sólo la corteza silícea mantiene aún la coherencia de la estructura externa.
Existen también discontinuidades en las distintas capas de piedra arenisca que facilitan su dislocación, es decir, la separación de las placas por la simple acción de una presión manual o por la acción progresiva de la erosión.
Este fenómeno, combinado al estado natural de la roca, implica, a medio o largo plazo, un muy alto riesgo para la conservación de los petroglifos.
En el Sector II, la corteza de sílice, menos importante que en el Sector I, hace que la roca sea más porosa y más sensible a los efectos de las inclemencias o a cualquier acción mecánica (ralladura o desprendimiento de pedazos de roca). Debido a su elevada situación con relación al nivel del río, el estado de conservación de la tercera pared parece mejor que en la otra orilla del Palotoa. Aquí, en efecto, la corteza silícea no parece haber sufrido gran agresión y no presenta ninguna apertura importante que facilite la erosión. No obstante, la presencia de musgos y la humedad constante contribuyen a una lenta e inexorable descomposición de esta corteza.
La acción bioquímica de las plantas y de los animales que viven en los alrededores inmediatos de las paredes puede aparecer finalmente como un factor de peligro para la conservación de los petroglifos, ampliando el fenómeno de desagregación de la roca.
Podemos observar pues, la presencia de manchas de líquenes de colores diferentes en la casi totalidad de las paredes cubiertas con glifos. Este liquen es omnipresente y constituye sobre todo una amenaza para la pared del Sector II, que, en numerosos lugares, ya perdió su corteza protectora de sílice. El liquen afecta de este modo la consistencia de la roca, en la absorción de sus minerales, su hidratación y la oxidación del hierro contenido en la arenisca. Esto implica una pérdida progresiva de la densidad de la piedra y una menor cohesión del material interno. Estos efectos, no obstante por el momento, son muy localizados y no parecen amenazar el conjunto del sitio.
Algo paradójicamente, una erradicación de los musgos podría significar un efecto de desagregación más rápido, en la medida en que éstos retienen la humedad y tienen un determinado efecto pedogénico y estimulante en el desarrollo de las asociaciones biológicas con una mejor demanda de nutrimentos. Este problema adquiere una mayor importancia en el sector de la segunda pared, donde, como ya lo mencionamos, la roca está ahí más alterada y menos resistente.
En la pared del Sector III, la capa de musgo es relativamente tenue pero retiene las arcillas, ricas en materias orgánicas. Gracias a la morfología de la afloración de la roca (de las superficies curvas y lisas), estas colonias de musgos no parecen, por el momento, constituir un verdadero peligro.
Tratándose ahora de la acción mecánica de las raíces, el problema es especialmente preocupante en la pared del Sector II, donde la existencia de otra terraza, situada en un nivel superior, facilita el crecimiento de los árboles y de los arbustos de raíces penetrantes. En la medida en que el grosor del mantillo es aquí relativamente débil, las raíces de los árboles tienden a penetrar en las grietas de la roca, a separar los bloques y poder a la larga dividir la segunda pared de glifos en varios pedazos.
En el sector de la pared principal, la acción de las raíces que se encuentran esencialmente al nivel de la cornisa, representa un peligro principal, ya que actúan, especialmente, en algunos bloques en equilibrio inestable, susceptibles de descolgarse más fácilmente. Es posible que los bloques que han caído recientemente delante de la pared principal se hayan soltado por esta razón. El problema de la sola acción de las raíces podría solucionarse retirando los árboles de la cornisa del sector principal y en las dos terrazas del sector de la segunda pared. En la zona de la tercera pared, el problema no es realmente significativo.
Las hormigas constituyen hoy los principales habitantes de Pusharo. Aquí, una hormiga isula. (Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
Por lo que se refiere al eventual problema de las hormigas, éstas construyen galerías en la superficie general de la pared principal sin llegar por eso a penetrar en la roca, debido a la dureza de la corteza de sílice y porque este tipo de roca no puede aportarles elementos nutritivos consustanciales a su alimentación. Estas galerías son construidas con un material previsto para su metabolismo y no parecen, en consecuencia, representar un peligro verdadero para la integridad de los grabados. Su efecto negativo reside principalmente en la coloración, o el color que las hormigas dejan cuando las galerías son destruidas por la mano del hombre o por el agua. Este problema se encuentra casi exclusivamente en el Sector I y en menores proporciones en el Sector II y en los sectores de grabados incluidos entre estos dos últimos. En la zona del Sector III, la presencia de las hormigas también está demostrada, pero el problema es casi nulo.
A estos diversos factores de degradación natural de las paredes de Pusharo, podemos añadir a esta lista -¡seguramente no exhaustiva!- otros factores entrópicos. Consisten principalmente en una degradación rápida debida a un flujo incontrolado de "turistas" o de exploradores. ¿Cuántos sitios rupestres, a través del mundo, han conseguido cruzar indemnes los siglos o los milenios, y han conocido graves problemas de deterioro tan pronto como comenzó su frecuentación por los hombres? ¡Ahí reside, a nuestro modo de ver, el peligro número uno de Pusharo!
Aún no hemos detectado en el sitio actos de vandalismo a excepción de unas huellas de carbón de leña dejadas por el General Essemwanger sobre algunos petroglifos, quien, al principio de los años 80, visitó el sitio en compañía del Padre Polentini Wester y pretendió apropiarse el descubrimiento de Mameria, realizada algunos meses antes por Nicole y Herbert Cartagena.
También hemos notado, en la parte derecha de la pared del Sector I-A la huella de una rajadura realizada con un objeto agudo: seguramente un machete. Y varios nativos nos señalaron la existencia de algunas "reproducciones", o imitaciones de glifos, hechas durante las últimas décadas por exploradores o visitantes no escrupulosos.